por Brian Tomasik
Primera versión: otoño de 2009; última actualización: 7 Abr. 2016
Traducido por Luciana Pocceschi y A.F Gasperi
Esta pieza fue una respuesta invitada para la revista electrónica Pensata Animal a la pregunta de si deberíamos interferir con la depredación natural. [Traducción al francés de esta pieza aquí]
Empiezo con una cita de El río del Edén de Richard Dawkins (páginas 131 y 132):
La cantidad total de sufrimiento por año en el mundo natural sobrepasa cualquier reflexión decente. Durante el minuto que me toma completar esta frase, miles de animales están siendo devorados vivos; otros están corriendo por sus vidas, quejándose aterrorizados; otros están siendo devorados lentamente desde el interior por parásitos; miles de criaturas de todo tipo están muriendo de hambre, sed y enfermedad. [...] En un universo de fuerzas físicas ciegas y de replicación genética, algunas personas van a resultar heridas, otras serán afortunadas, y no encontraremos ninguna razón en ello, tampoco ninguna justicia. El universo que observamos tiene exactamente las propiedades que podríamos esperar si, en el fondo, no hubiera ningún diseño, ninguna intención, ningún bien ni ningún mal, nada más que indiferencia ciega y despiadada.
La evolución optimiza el éxito reproductivo en lugar del bienestar individual. El resultado, como el economista Yew-Kwang Ng argumenta en "Towards Welfare Biology: Evolutionary Economics of Animal Consciousness and Suffering", es un mundo en el que la mayoría de las especes tienen más descendencia de la que sobrevivirá hasta la madurez (a veces poniendo miles o millones de huevos por temporada).
E incluso para los sobrevivientes, la vida implica una lucha constante por encontrar suficiente comida, evitar los depredadores, y superar las enfermedades y las lesiones durante unos breves años (o meses) hasta que la muerte se produzca en manos de un depredador o de parásitos. El dolor es una poderosa herramienta de motivación, y la evolución no tiene reparo de usarlo al máximo efecto.
La especie humana se encuentra en una posición rara frente a la vida en la tierra y quizás en el cosmos en un sentido más amplio. Primero, experimentamos los altos y bajos emocionales, el sufrimiento y el bienestar que generalmente acompañan a los animales sintientes. Nosotros también somos producto de la evolución.
Segundo, los humanos tienen la capacidad de sentir empatía—de imaginar los estados cognitivos y emocionales de otros y luego responder como si estuvieran experimentando esos pensamientos y sentimientos. Aunque este rasgo es compartido por otras especies, no parece ser un resultado inevitable del proceso evolutivo y es probablemente bastante raro en la vida de todo el universo. (Parece que las inteligencias más avanzadas podrían separar mejor su sistema de motivación de la "instancia intencional" de representar las cosas como agentes con objetivos, de forma que entender lo que alguien hará no implique preocuparse por lo que dicho agente sienta como ocurre en los humanos.)
Finalmente, a diferencia de otras especies empáticas, los humanos tienen (o están en el proceso de desarrollar) las herramientas tecnológicas no sólo para, por ejemplo, adquirir alimentos y defenderse, sino también para desafiar directamente el proceso evolutivo mismo. Esto podría, algún día, incluir la habilidad de modificar los sustratos neuronales de las emociones para reducir la gravedad del sufrimiento, tal vez reemplazando su función motivacional con lo que el filósofo David Pearce ha llamado "grados de bienestar". Incluso si esto no es posible, los humanos pueden, al menos, prestar atención a otras elecciones y calcular sus implicaciones—respecto a los cambios medioambientales y, de forma especulativa, la dispersión de la vida sintiente a otros planetas—en la cantidad de sufrimiento darwiniano (y felicidad) que será experimentado por cada organismo afectado.
Yo pienso que tenemos la obligación de ejercitar nuestra rara posición en la historia de la vida para hacer lo mejor que podamos por reemplazar las consecuencias del único foco de la evolución, la supervivencia reproductiva, con un enfoque humano que valore las emociones de los organismo sintientes.
Esto implicará, en algún punto, cambiar el mundo natural con el objetivo de reducir el sufrimiento que tantos de sus habitantes ahora soportan dirariamente. Dicho esto, si los humanos van a tener éxito ayudando a los animales salvajes de forma significante, hace falta tomar un enfoque fundamental, uno que necesitará de mucho más conocimiento y capacidad tecnológica de los que disponemos por el momento..
¿Qué implica todo esto para los actividas por los animales? Yo pienso que lo más importante que podemos hacer es promover la idea de que el sufrimiento de los animales salvajes importa y es un asunto ético serio. El cancer, la malara, la violencia sexual, y la depresión son resultados "naturales" del proceso de optimización evolutivo, sin embargo, estamos en lo correcto al considerarlos males; debemos animar a la gente a darse cuenta de que las crueldades que la naturaleza inflige a sus habitantes no humanos son igual de éticamente intolerables - incluso más, ya que el número de afectados en este último caso es varios órdenes de magnitud mayor. Redactando artículos y haciendo publicaciones en foros, hablando con los activistas y filósofos, y manteniendo conversaciones públicas, los defensores de los animales podemos ayudar a hacer que los animales salvajes sean una prioridad moral significativa guiando la innovación tecnológica - así como asegurar que su disfrute y su sufrimiento sean considerados seriamente antes de que los humanos emprendan acciones que podrían aumentar enormemente el número de animales que existe. Creo que no actuar para ayudar a nuestros semejantes en el medio salvaje es abandonar una oportunidad especial que los humanos tenemos para sustituir la "indiferencia implacable y ciega" de la naturaleza con lo mejor que nuestra empatía tiene para ofrecer.
Termino con una cita de este artículo, que me mostró Lara André:
John Armstrong, un escritor británico, y filósofo en The School Of Life, ve una brecha entre la aspiración humana por la justicia y la ética y las leyes de la naturaleza. A menudo sentimos que algo que es "maligno" va contra el orden natural de las cosas, o, como Armstrong lo pone, "en contra de todo por lo que uno podría esperar".
Pero quizás lo opuesto es de hecho verdad: Es el "mal" comportamiento el que es natural y exitoso. "Lo que es sorprendente es cuán asombrosamente bien (a pesar de que todavía de forma muy imperfecta) los seres humanos hemos tratado de revertir este acuerdo natural," él dice.
Traducciones:
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